1995 Eugenio Simó, pinturas 1994-95

Catálogo de la exposición de EUGENIO SIMO, 1995, Caja Rural de Torrent

La masía Acrílico sobre tabla y marco (93 x 112 cm.)

ALUSIONES, JUSTIFICACIONES, MÁSCARAS Y QUEJAS

Esta es la historia de dos criadas que acabaron siendo de color a fuerza de que sus servicios les fueran invariablemente retribuidos con pinturas, entre las que se encuentran algunas especialmente famosas, en parte gracias al tiempo que las fámulas pasaron junto a las mismas, prestándoles un sentimiento de humanidad que la humanidad, de otro modo, habría echado en falta al contemplarlas.

       Los informes que sobre ambas mujeres nos han sido facilitados no pueden ser mejores, pues en todo momento ayudaron a sus sucesivos señores en las más diversas tareas: brindándoles el conocimiento superficial y profundo que poseían de cada una de las baldosas del suelo horizontal o vertical, dando de comer a sus animales imaginarios, publicitarios; prestándose a vivir en casas de queso, a habitar paisajes alpinos; ayudándoles a identificar los cuerpos de las modelos que resultaban irreconocibles o preparándoles inocentes bebidas calientes que los tenían toda la artística noche en ebullición.

       Y siempre ni con una ni sin una sonrisa en la boca, agrandándose o achicándose su figura a los ojos de sus dueños; sin perder jamás la paciencia u olvidar la firme resolución de mantener eternamente la misma postura. Y siempre recibiendo de sus amos alabanzas y cuadros con los que estos les pagaban, además, el mantenerlos en permanente contacto con los alimentos de la infancia y con las inaccesibles influencias recibidas en la juventud.

       En la actualidad se duda de que estas mujeres deban seguir siendo las propietarias. Se les acusa de apropiación indebida. Se las tacha de ladronas. Pero todos robamos; aire, pieles, materias primas, agua, nieve. Incluso los etcéteras con que ponemos fin a enumeraciones más o menos caóticas.

       ¿Dónde está lo que sus señores hurtaran a los fueran sus maestros en los años de aprendizaje? ¿Qué nos pertenece única y exclusivamente a nosotros? ¿Qué no es nuestro a la vez que lo es de cualquiera?

       Difícil es responder en estos tiempos de versiones, melodías encadenadas, remezcladas, abiertos o disimulados calcos, popurrís o batiburrillos, tiempos en que la presencia de patrimonio cada vez más vasto es tan asfixiante que se echa de menos un canasto mágico que ayuda a sobrellevar la pesada carga.

       El abogado defensor alega que quienes roban a un ladrón que conoce a otro que conocía a una persona que le birló la billetera a un carterista que descendía de un caco que conoció en persona a los cuarenta ladrones, tiene cien cuadros de perdón.

       Siempre esclavos del deseo de apoderarnos de lo bueno del prójimo, apagaremos la luz por si se atreve así a aparecer el imposible culpable, para que pueda empezar de nuevo alguna que otra vieja nueva historia que las absuelva a ellas, que nos disculpe a los demás. Plagiarios todos, nos propondremos en lo sucesivo cambiar, cosa que no hemos dejado de hacer hasta este preciso instante; denodadamente intentaremos lo inevitable a la vez imposible: ser nosotros mismos.

   José Luis Martínez Rodríguez

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