[fusion_builder_container hundred_percent=»yes» overflow=»visible»][fusion_builder_row][fusion_builder_column type=»1_6″ last=»no» spacing=»yes» center_content=»no» hide_on_mobile=»no» background_color=»» background_image=»» background_repeat=»no-repeat» background_position=»left top» border_position=»all» border_size=»0px» border_color=»» border_style=»» padding=»» margin_top=»» margin_bottom=»» animation_type=»» animation_direction=»» animation_speed=»0.1″ class=»» id=»»][/fusion_builder_column][fusion_builder_column type=»2_3″ last=»no» spacing=»yes» center_content=»no» hide_on_mobile=»no» background_color=»» background_image=»» background_repeat=»no-repeat» background_position=»left top» border_position=»all» border_size=»0px» border_color=»» border_style=»solid» padding=»» margin_top=»» margin_bottom=»» animation_type=»0″ animation_direction=»down» animation_speed=»0.1″ class=»» id=»»][fusion_text]
Un libro insólito
Lo primero que se nos viene a la cabeza cuando abrimos las puertas de este libro-club que José Luis Martínez nos ofrece, es que se trata de un poemario extraño e insólito, bajo una máscara de originalísima y compacta, que desarrolla una intensa y bien trazada poética de lo habitual. Poética de lo cotidiano que se manifiesta tanto en la elección del trasunto como en el lenguaje empleado: un vocabulario de uso diario a ratos soez y callejero, espléndido en ocasiones, para besos y otros lugares comunes. Parece que todo es poesía, que nada deja de serlo, como nos recuerda el autor en ese bello poema de Blas de Otero que encabeza el libro. El poema nos embarca, nos está embarcando continuamente en una mágica aventura: la de buscar el verso en lo vivido. El poema “Méquina Dalicada”, título que el autor recoge de un libro de Francisco Pino en Hiperión, reproduce un artículo real de crítica cinematográfica y ciertamente lo hace de manera que encontramos en él un valor poético, en ritmo e intensidad, de primer orden: “Era un Hollywood divertido, / alochólico, apasionado y manirroto / pero también era un patio de butacas / que había que llenar día a día, / algo que exigía una profesionalidad absoluta / y un perfecto conocimiento del público”. Y digo que el autor “reproduce” un artículo, no lo inventa; se apropia de él, y para demostrárnoslo nos incluye el original en el apartado “Bibliografía” como notario eficaz de su existencia. Se trata de reproducir el calor poético de la realidad, cuanto de poesía hay en la vida, y esa búsqueda lleva al poeta a incluir hasta los errores de imprenta: alochólico (tal como aparece en el texto original) por alcohólico, con el indudable valor en cuanto al juego poético de las trasmutaciones se refiere.
Podemos hablar, en palabras de Luis Alberto de Cuenca al referirse al propio José Luis Martínez, de una gozosa apropiación del texto, apropiación que se manifiesta aún de forma mucho más radical en ese “Érase una vez un lobito bueno”, de Goytisolo, o en ese curioso poema “Copyright”, a partir de un texto preexistente de carácter legal.
Y todo ello en una estructura compacta, homogénea y cerrada que concibe el libro como un local literario (la inclusión de una licencia de apertura de establecimientos es una aportación genial, además de necesaria). Desde el “vestíbulo” inicial, con su copyright, sus reconocimientos, su nota a la presente edición, hasta ese “Exit”, final feliz del libro, se sucede un mundo de asombrosa coherencia estructural: “Manía de citas y epígrafes”, nombre que toma de un conocido artículo de Larra; “Departamento de Teoría de la Literatura”; “El concepto del autor”; “Morfología del cuento”, título adaptado del estudio estructural de Vicent Propp; “Funciones del lenguaje” -la distintiva (Ying y Yang), la de enlace, con toda una simbología fallera que el autor incardina en el verso oriental-. Estamos, pues, ante un libro de radicalismo novedoso. Hacía tiempo que una obra poética no se nos presentaba sobre un esqueleto tan coherente y homogéneo, tan rico en consistencia estructural, en definitiva: tan compacto. Estamos ante una obra de tejido trabajado, que de ninguna manera debe frivolizarse. Corremos el peligro de quedarnos con el atractivo y sutil sentido irónico que rezuma la obra de José Luis Martínez, sin profundizar con capacidad y tiempo en la rígida cimentación de su poesía, en el análisis estructural que de la labor poética se ejerce desde una óptica muy personal. Tenemos en Culture Club una estructura irreprochable y un esquema sin fisuras.
Pero también hemos hablado de la ironía: una ironía a veces, dulce, brutal en ocasiones que José Luis Martínez establece como enfrentamiento verbal entre el espectador y el autor; un delicioso juego de palabras que, como guiños constantes al lector, se esconde en cada verso.
Se trata por tanto de volver a la intimidad, de recuperar esa relación autor-lector casi carnal de la que ya comenzaba a desprenderse la poesía contemporánea. El poeta está colocando al lector constantemente en el brete de descubrir datos sutilmente aparcados sin los que le será difícil alcanzar ese “final feliz” que nos augura el último poema. Es el peligroso juego de las cruces en los mapas y el enigma a la entrada del laberinto:
“Do you really want to hurt me
sir Joyce
Mrs. Woolf
Her Franz?”[/fusion_text][/fusion_builder_column][fusion_builder_column type=»1_6″ last=»yes» spacing=»yes» center_content=»no» hide_on_mobile=»no» background_color=»» background_image=»» background_repeat=»no-repeat» background_position=»left top» border_position=»all» border_size=»0px» border_color=»» border_style=»» padding=»» margin_top=»» margin_bottom=»» animation_type=»» animation_direction=»» animation_speed=»0.1″ class=»» id=»»][/fusion_builder_column][/fusion_builder_row][/fusion_builder_container]