2018 ENTREVISTA  “NISA INFORMA. Boletín de noticias”.

(La entrevista no se celebró finalmente.)

JOSÉ LUIS MARTÍNEZ

www.jlmartinezpoesia.com

Año de nacimiento

      Nací en Valencia, en el año 1959, en un hospital, pero soy de Torrent. Mi madre perdió a su primogénito, y soñaba con un segundo varón. Por eso me dio a luz en un hospital de la capital, para asegurarse de que todo saldría a pedir de boca. Vinieron mis tres hermanas, ¡y las tuvo en casa! Esto explica muchas cosas, entre ellas los celos que siempre experimentó mi padre. Y que mi madre nunca pudiera manifestar su predilección por su vástago flaquito y con demasiadas orejas.

   Me crié en la calle Cuenca, nº 7 –hoy es  nº 5–, junto al barranco, y no lo digo en sentido figurado: a la salida del pueblo, ya en la Masía del Juez. Poderse despeñar formaba parte de algunas escenas de la novela de aprendizaje de mi vida. Madre, padre, abuelo paterno, dos tíos hermanos de mi padre, y mis tres hermanas. Mi madre, a veces con sus cuatros hijos, iba a por agua a la fuente que sigue estando enfrente de la iglesia de san Luis Beltrán. Una familia verdaderamente modesta. (Frase famosa: Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada.)

      No quiero olvidarme de mis entrañables vecinos gitanos (la Chata –de unos ojos verdes maravillosos– y el Conini), que nos “invitaron” a luz un tiempo, cuando todavía no estábamos enganchados. Gracias a su generosidad, vimos todos los vecinos de la calle, y a la fresca, Star Trek.

      Una excelente poeta, profesora universitaria, pensaba que yo era de buena familia. Finjo… Pessoano a mi pesar. Una película por alusiones: My Fair Lady.

¿Cuál era tu trabajo antes de que sufrieras el daño cerebral?

      Era profesor de Lengua y Literatura en institutos públicos (1991-2007). Estuve destinado en Alzira, Torrent (IB “La Marxadella”), Carlet, Picanya, Aldaia, Castelló de la Ribera y Torrent (IES “Veles e Vents”). Todos los que fueron alumnos míos –de diurno o nocturno, de BUP o COU o ESO o Bachillerato–, como dice Joseph Conrad en La línea de sombra, siempre seréis dignos de mi respeto.

      Pero desempeñé muchos oficios desde los catorce años. Conseguir una plaza pública de conserje de colegio supuso mucho: gozaría de seguridad económica. El ancestral temor de los pobres. Debo al concejal de Educación, comunista, Fernando Climent, antiguo enlace sindical de Macosa, que el proceso de fuera trasparente y no se enchufara a nadie.

¿La poesía era lo que más te gustaba? ¿Tenías más aficiones?

      Fui músico de una de las bandas de mi localidad (llegamos a tener tres formaciones musicales), y de la Orquesta Juvenil de Valencia. El descubrimiento de la poesía se produjo hacia los 18 años…

¿A qué estilo de poesía te encuentras más ligado? ¿Poesía contemporánea, más clásica, intimista, contestataria, vanguardista, etc.?

      Empecé con los presupuestos de la vanguardia. Con el tiempo comprendí que todo lo que no esté profundamente arraigado en la tradición, está inexorablemente condenado al más estrepitoso fracaso.

Conseguiste varios premios…

      Culture club recibió el “Academia de los Nocturnos”, que convocó la Universidad de Valencia, en 1985. Vicente Gallego recibió el primer premio, por Santuario, libro que ya no reconoce como suyo. Yo fui merecedor del accésit. Fuimos los primeros afortunados en ganarlo.

      Abandonadas ocupaciones (1997) ganó la segunda convocatoria del premio “Tardor” (Castellón).

      El tiempo de la vida estuvo nominado al Premio Nacional de Poesía del año 2000.

      Florecimiento del daño (2007): XIX Premio “Cáceres Patrimonio de la Humanidad”.

En 2007 publicaste un libro de poemas. El título, Florecimiento del daño, ya anunciaba lo que se avecinaría después.

      Puede pensarse que fuera profético, pero no lo fue en absoluto, el título aludía tan solo a problemas sentimentales, de pareja. Explicación prosaica, lo siento.

¿Recuerdas la fecha del ictus?

      Conservo el parte del ingreso hospitalario: el 22 de marzo de 2007. A mi familia les dijeron que no había salvación para mí. Paciente en coma con violentos movimientos de descerebración: el encéfalo pugnaba por salir del cráneo.

      Mi entonces pareja, Rosa Silla, a quien nunca estaré lo suficiente agradecido, pidió que me llevaran al Hospital Clínico: fue el cirujano Fernando Talamantes quien exploró las interioridades de mis sueños. (Muchas gracias, Fernando, te debo una.)

      No miréis, niños, vendad vuestros ojos –el horror, como dijera Conrad–: hemorragia espontánea, colocación de una plastia craneal con malla de titanio premoldeada en tres ocasiones. Para que te repitieran la operación, debías esperar medio año. Demasiado tiempo viéndote con un cráneo que más bien parecía un balón mal hinchado… Nuevo título de película: Freaks.

¿Cuándo retomaste tu pasión por la poesía? ¿Fue tu familia, amigos o colegas de profesión los que te animaron a sobreponerte?

      Sí, gracias a todos ellos, y a mi voluntad. Y en 2013 salió una antología con muestras de los cinco libros publicados: Camino de ningún final (1980-2006), Editorial Renacimiento. Y se me ayudó a crear la weblog www.jlmartinezpoesia.com

Cuando te sucedió el ictus cerebral, ¿estabas perfectamente consciente en todo momento o no recuerdas lo que pasó? ¿Antes de que te pasara aquello tenías síntomas de que algo no marchaba bien? ¿Conocías lo que era el ictus?

      En clase había pocos alumnos, era el primer día –creo– desde de las vacaciones de Fallas. Tanto fallero y músico causaron muchas bajas “comanches”. Empecé a sentirme mal, mareado. Sentía vergüenza: un profesor que se trabucaba… Una vena en la cabeza se había roto. Como el instituto quedaba cerca de nuestra casa, cogí el coche. Y en el chalé me puse el pijama, y llamé a mi pareja. Era un teléfono antiguo, de “ruleta”… No llegué a marcar los últimos números. Me desplomé. Serían las 11 de la mañana. Nadie me echó en falta, hasta que la maestra de nuestra hija vio que yo no acudía a recogerla.

¿Te desplazaron en el acto a un hospital? ¿Adónde? ¿Estuviste en coma? Si es así, ¿cuándo te despertaste?

      Me cuentan que me llevaron al Hospital General, donde aseguraron –yo nada oía, claro– que nada podía hacerse por mi vida. Que me aguardaba la morgue: la vida de ultratumba, el Halloween permanente. ¡El truco o trato del que no cree en el más allá! Mi entonces pareja, y mi familia –que se mostró mucho más tibia–, me llevaron al Hospital Clínico, donde fui intervenido. Me dicen que en coma estuve unas horas. (A mi hermana pequeña, sobre todo, le preocupaba si tendría que pagar algo para enterrarme.)

Supongo que tus inicios fueron muy duros. ¿Qué te pasaba por la cabeza? ¿Rabia, frustración, incredulidad, impotencia?

      Sentado en la silla de ruedas, con graves dificultades de comprensión… Babeando como un imbécil, sin notar el lado derecho de la cara, del cuerpo… Sondado, con un colchón que me protegía de las llagas. Aun así, me imaginaba que podría refugiarme en la poesía, como lector y como escritor. Pero esto tardó mucho en producirse. ¿Optimismo irreductible?

      Nunca olvidaré que la trabajadora asistencial me hizo escribir en una cartulina los pasos que todos debemos seguir para limpiarnos los dientes: un texto instructivo. ¿No eras profesor de Lengua y Literatura? Debes volver a automatizarlo todo.

      Se produce un curioso desdoblamiento. Sabes quién fuiste y lo que podías hacer en el pasado. Por otro lado, tus severos límites actuales. ¿Cómo se titula el libro? La realidad y el deseo. Bendito Luis Cernuda, que dio con un título hermoso.

¿Qué cosas nuevas te gustaría hacer?

      Conseguí abandonar la silla de ruedas, y volví a escribir versos medidos (antes no podía, padecía acalculia)… Sufrí el ictus a los 47 años, y quería acabar mis días “en modo poeta”, pero… Pero, diantres: ¡creo que lo voy a conseguir!

¿Qué piensas de la importancia de la poesía como género?

      Como afirmé en la Bienal de Valencia 2001, la poesía es la expresión de la esencia de cuanto pueda derivarse de la experiencia –biológica, social, cultural, estética–.

      La indisciplinada disciplina que atraviesa transversalmente todas las materias existentes o concebibles, ese camino des longs études que desarticula y rearticula todos los objetos de estudio habidos y por haber. Aspira a un imposible, a lo único que no cabe esperar en el mundo: a que no haya olvido.

¿Crees en Dios?

      Me declaro ateo-lírico, porque en esta trayectoria fascinante de la vida me topé con la poesía, un efecto colateral de nuestros intentos “civilizatorios”.

Si tienes alguna anécdota que contar, por favor, escríbelo.

      Que hayas perdido neuronas, que la parte derecha de tu cuerpo no la sientas y pese como hierro, no es plato de gusto. He vivido temporadas muy duras, dominadas por una apatía casi total. Pero en la actualidad estoy esperanzado. Me siento como nunca, pareciera que hubiera alcanzado un pacto con el mismísimo diablo. No temáis. Debe ser el milagro de la reverdecida primavera.

      Con este poema reciente os ofrezco esta expresión de mi alegría.

OFICINA DEL DÍA

Contable jubiloso del presente,
de las sinapsis portentosas;
tesorero del agua, de los rayos del sol,
soy un perro feliz, harto feliz
a pesar de las garrapatas,
de las neuronas que perdí
–mis estrellas extintas–,
de tantas grapas en el cráneo.

Carne de la palabra emocionada,
me desdigo y vuelvo a decirme,
llevaría la suma de los dones
eternamente enamorado,
bien de quimeras, bien de realidades.

Celebrar, celebrar…

Yo nunca cierro mi negocio.