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El poeta que regresó de la muerte

Aparece una antología de J. L. Martínez
que permaneció 20 días en coma

Un poeta que ha asumido casi todos los riesgos y que ha conseguido salir con bien de todas sus apuestas. Así define el también poeta Vicente Gallego a José Luis Martínez en el prólogo de la antología publicada por la editorial Renacimiento, Camino de ningún final, que incluye cinco poemarios aparecidos entre 1980 y 2006.

       «Tener en las manos esta antología me produce una honda satisfacción», dice Martínez, que ha logrado recuperarse de un grave problema de salud. «Después de la hemorragia cerebral, del violento movimiento de descerebración, de las neuronas perdidas y de la hemiplejia derecha tan severa llegó esta antología. Después de las muestras de afecto de los amigos y del amor de mi familia este regalo multicolor me pone meditabundo».

‘No vi una luz’

       Durante 20 días Martínez permaneció en coma y regresó de esa frontera entre la vida y la muerte para seguir cultivando el verso, lo que más ama. «No, no vi ninguna luz en parte alguna, quisiera creer que experimenté que ‘la quintaesencia de la poesía consiste en viajar siempre con velocidad angélica al pasado y al futuro’, como escribe Robert Graves. Me siento en paz, ya no quiero ni debo demostrar nada. En ese gozoso ínterin me hallo».

       Mientras lucha con las secuelas de la enfermedad, Martínez sigue reorientándose, «trato de retomar el rumbo perdido a causa de la enfermedad». En la I Bienal de Valencia de 2001, publicaron una poética Líneas de fuga. Poéticas de la perplejidad, donde define la poética que practica. «¿Qué se le debe pedir a la poesía, esa indisciplinada disciplina que atraviesa transversalmente todas las materias existentes o concebibles?», apunta. «A la poesía, expresión de la esencia de cuanto pueda derivarse de la experiencia, debemos pedirle que sea útil, provechosa en el sentido expresado en este enunciado de Peter Handke: ‘la literatura me pone las gafas de la vida’.»

Frutos

       Para el filósofo Eugenio Trías, ‘la paradoja de la inteligencia y sus frutos radica en que si sólo se ejerce sin horizonte pragmático, acaba produciendo frutos que a la larga tienen uso social y capacidad de transformar el mundo’. Martínez procura seguir el rastro de los nuevos poetas, «que son legión, lo que da cuenta de lo mucho que los necesitamos. Los sigo con mucha curiosidad, me hacen generosas transfusiones de juventud».

       Al mismo tiempo continúa alimentándose de combustible cultural a la espera de que estalle la mecha de la creación. «La vida y la cultura nos proveen de todo lo necesario: biografías, filósofos, científicos, aventureros, ensayistas, narradores… Sólo falta una mecha que prenda la llama de la creatividad», señala.

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